Una carta llena de emociones, una declaración de principios de vida y un viaje al autoconocimiento desde lo colectivo.
A sus treinta y siete años, Nerea de Ugarte dedica una carta a Violeta, una adolescente a la que no conoce. En tono cómplice, la autora invita a su destinataria a dejarse envolver por el feminismo, el despertar de la conciencia social, la sonoridad, la construcción del autoestima y el cuestionamiento de los mandato sociales que tanto han restringido la realidad de las mujeres.
Lo que se inicia como una carta deriva en una confesión y, a su vez, en el retrato de una época; la época en que la autora nació y creció (con todos sus prejuicios y el machismo arraigado), y también la época que Violeta y ella ahora comparten: el tiempo de las marchas y de las consignas, el tiempo de tomarse las calles, el tiempo de luchar y, por supuesto, el de una de las pandemias más feroces de la historia.